En los últimos tiempos, las mujeres han conquistado derechos fundamentales que les han permitido acceder a espacios antes impensados. Sin embargo, estos avances también han traído consigo nuevas responsabilidades, no impuestas, sino derivadas naturalmente de los ámbitos en los que han logrado posicionarse. Pasar del rol tradicional de encargarse del hogar y la familia a sumar las exigencias del mundo laboral ha significado un aumento en sus actividades, desafíos y, en algunos casos, cargas adicionales que la sociedad pocas veces reconoce con equidad.Romantizar la fortaleza femenina como si las mujeres tuvieran un poder extraordinario para afrontar cualquier situación con más entereza que los hombres no solo es un error, sino también una forma de asignarles responsabilidades desproporcionadas. En este Día Internacional de la Mujer, más que celebrar con discursos vacíos, es fundamental reflexionar sobre su verdadero rol en todos los ámbitos: familiar, laboral y social. La meta no debe ser luchar para demostrar superioridad, sino construir espacios equitativos donde se ofrezcan soluciones y oportunidades reales. Ser mejores seres humanos, sin distinción de género, puede ser el verdadero camino hacia una sociedad más justa.